01 noviembre 2005

Cienfuegos 28/09/2005 - II

Me alegro mucho de que tomaras tus notas durante el recorrido. Sin ellas sería difícil reconstruir nuestro viaje y sobre ese esqueleto resulta fácil rememorar momentos y sensaciones.

Este día, al menos para mí, fue uno de los más intensos de nuestra estancia. El madrugón mereció mucho la pena por las dos razones que apuntó Paco. Ver amanecer sobre el Valle brumoso es un espectáculo impagable y estoy muy satisfecho de la inmensa panorámica que pude obtener. Estoy deseando imprimirla.


Tengo que confesar aquí y ahora, que el hecho de que una parte del grupo quisiera dormir un poco más ("la noche me confunde") y que hubiera que esperarles por la mañana a que hicieran sus fotos sociales, me molestó bastante. Como soy un turista al uso, me supo mal no ver las atracciones que nos tienen preparadas, pero qué le vamos a hacer. El grupo es más importante que las individualidades.

También me sorprendió la cantidad de gente que iba y venía por las calles a aquella primera hora de la mañana, especialmente los escolares que hacen algún rito en la plaza principal, todos uniformados, limpios y contentos.

Una mención aparte merece el sastre que ideó el uniforme de las chicas. Ese pantaloncito tipo short con esas tablas delante y detrás que le hace parecer una minifalda. Y merece una felicitación porque es un portento de patronaje, sienta bien a todo el mundo y no es tarea fácil pues los cuerpos de los 5 años tienen poco que ver con los de los 15.

El viaje hacia la Ciénaga de Zapata fue pesado, a pesar de que el paisaje merece la pena contemplarlo horas y horas y que durante la mayor parte del tiempo discurrimos por una autopista, algo bacheada, pero bastante buena. Nos llamó la atención, también, que no hay señales de dirección apenas y hace falta ser un experto para orientarse y tomar la dirección adecuada. Abilio lo era, por su época de conductor de autobús, pero en ocasiones dudaba o incluso se equivocaba.

La llegada a Playa Larga y el tiempo de espera por la comida fue fantástico. Descubrimos la playa tropical, con las palmeras cerca de la orilla y esa arena tan blanca. Las raíces del manglar rojo tiñen el agua de la orilla de ese color y mi primera impresión fue que era el óxido del barco allí varado lo que manchaba el agua.

Por cierto, aquel barco hizo mis delicias porque los barcos varados, así como los cementerios, son dos de mis fijaciones fotográficas. A este le hice una buena sesión, hasta me metí vestido en el agua para tomar fotos desde ella hacia la tierra.

Me llamó la atención una casamata y unas fortificaciones defensivas militares que había en la playa. Mi imaginación me llevó a la fallida invasión de Bahía Cochinos y el barco encajaba en la historia, pero, para mi desilusión, llevaba allí sólo unos diez años como nos dijo Fidel.

Antes de seguir adelante, quiero hacer mención a la foto que ha puesto Paco y que hizo en una parada técnica que hicimos durante el viaje. Nos tomamos un cuba libre a mediodía, me pareció riquísimo con ese calor.

La langosta que nos ofreció Fidel, no nos sorprendió mucho porque no era la primera, pero el cocodrilo sí levantó expectación. Es una carne con la textura y el color del lomo de cerdo, pero con un sabor más parecido al pollo. Curiosa, pero entiendo que no esté en las mesas de los restaurantes franceses.

Tras la tardía comida, llegó el turno de que nos comieran a nosotros. Aquel atardecer mirando el mar y viendo ponerse la tarde nos atontó tanto que los jejenes, unos insectos muy pequeños, redondos, como de 1 mm. de diámetro, se cebaron con nosotros.

Por lo visto pican varias veces cada uno y yo que no me puse ninguna protección sufrí un montón de picaduras en las piernas y en las manos. Por cierto, un mes después todavía distingo las marcas.

El veneno que inoculan y para el que no estaba preparado, me provocó una inflamación considerable y cualquier roce me hacía sangrar. El picor, terrible.

Sinceramente, la puesta de Sol no fue gran cosa. Miguel tenía razón. Pero como la teníamos a dos bandas y estábamos borrachos de espíritu fotográfico surgió la discusión amistosa y el reproche humorístico.

La llegada a Cienfuegos, por aquella avenida tan señorial, bajo la lluvia, llena de reflejos fue también memorable. Nuestra casa, la primera, debió ser estupenda en su época, pero ahora dejaba bastante que desear. Un recuerdo especial a la tapa del inodoro en plástico acolchado imitando el dibujo de las telas de Damasco, los cables eléctricos y sus empalmes al aire y el agua de la ducha en forma de gotas en rápida sucesión, no llegaban a chorrito. Un paseo nocturno antes de la cena nos llevó a la plaza de José Martí. Se nos despertaron los instintos fotográficos para el día siguiente.

Nuestra casera también nos advirtió de la necesidad de que nuestra chica tuviera documentación. Creo que algo hicimos diferente durante nuestro viaje....

3 Comments:

Blogger Miguel Chamorro said...

Jo, con cuatro palabras has escrito un libro acerca del viaje. Por breves momentos he estado allí de nuevo.
Gracias Arturo

2/11/05 18:34  
Blogger Arturo said...

¡Hombre, cuatro palabras....! Je, je...
Alguna más, pero el mérito es de Paco que tiene los apuntes y me recuerda las cosas.

Yo, en cualquier caso, me lo paso bien ayudando a Paco con mis recuerdos.

2/11/05 22:28  
Anonymous Anónimo said...

Hola Nuria...todos los que quieren y tienen las capacidades, van a la educación superior, no como en algunos paìses en donde se paga mucho por educarse, y la educación superior es de malísima calidad

2/11/08 16:25  

Publicar un comentario

<< Home